Mis Sábados están disfrazados de Domingos y mis Domingos no saben muy bien como portarse.
Ayer me la pasé durmiendo, me levanté a merendar y salí a cenar con amigas. Es difícil describir la viejachotez que nos inunda a este grupo de veintidosañeras (si, ya inventé dos palabras en una misma oración). Es el culto a la soltería que salgamos a comer juntas un sábado a la noche. El lugar estaba lleno de parejas y familias y ahí estábamos las tres. Mucha mala onda, poca cerveza y bastante comida. Disfrutamos de charlar,quejarnos, odiar y criticar en grupo. Para que más o menos se den una idea, la conversación llegó hasta: "Yo sé que si me muero, mucha gente iría a mi funeral", obviamente no lo dije yo. Por supuesto, después de comer, nos vimos obligada a coronar la noche de ancianas con un helado. Es curioso que siempre que salimos a comer a ese restaurante hay tres señoras grandes, de edad no de actitud como nosotras, en las que nos vemos reflejadas. Nos faltan un par de años, la actitud y las quejas sin duda las vamos a conservar.
Que milagro que vengan por acá. No tengo humildes obsequios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario